ANSE-A-PITRES. Obligados a irse de la República Dominicana, Anise Germain y su familia levantaron una precaria carpa con mantas y cartones en un terreno rocoso del lado haitiano de la frontera.
Diez meses después, las cosas están mejorando. Germain, su esposo y sus tres hijos fueron reubicados en una casita de bloques de hormigón cerca de la localidad fronteriza Anse-a-Pitres. No tienen agua corriente ni electricidad, pero ya no están librados a su suerte en un campamento desolado para personas que escaparon o fueron obligadas a irse de la República Dominicana en medio de una campaña para deshacerse de haitianos que se encontraban en el país ilegalmente o que no tenían documentos.
“Creo que estaremos mejor aquí”, dijo Germain mientras veía a sus hijas menores jugando en un patio en el que hay un par de árboles de bananos y papaya y suficiente espacio para una pequeña huerta.
Las autoridades reubicaron a la familia al enfrentar una nueva crisis: el surgimiento de campamentos escuálidos en la frontera, parecidos a los que el gobierno y las organizaciones de ayuda pasaron años tratando de disolver tras el devastador terremoto del 2010.
En el próximo mes las autoridades esperan reubicar 2.400 personas de media docena de campamentos, ofreciéndoles subsidios para que alquilen viviendas por un año en pueblos del sudeste de Haití. La Organización Internacional para la Migración está coordinando los esfuerzos con 2 millones de dólares de un fondo de emergencia de las Naciones Unidas.
“Haremos que se instalen en viviendas por un año para que tengan suficiente tiempo para encontrar oportunidades económicas y puedan mantenerse a sí mismos”, dijo Fabien Sambussy, jefe de operaciones del organismo de la ONU en Haití.
En los campamentos de la frontera, con casuchas amontonadas y senderos polvorientos, que se asan bajo el sol y se inundan cuando llueve, habitan migrantes pobres que hablan una mezcla de creole y de español. La mitad aproximadamente son niños y las autoridades dicen que hay una creciente cantidad de casos de cólera y que temen que se produzca una epidemia.
Los primeros campamentos surgieron en junio del año pasado. Los haitianos que venían de la República Dominicana comprobaron que no tenían adónde ir en Haití porque llevaban tanto tiempo viviendo en el país vecino que habían perdido toda conexión con su tierra natal y no tenían las herramientas necesarias para sobrevivir en la parte más pobre de la isla La Española.
Germain, de 32 años y embarazada, encaja dentro de esa categoría. Sus padres se fueron a la República Dominicana para trabajar en el campo cuando ella tenía seis años y se instalaron en un barrio marginal cerca de La Ceiba.
“La vida es dura en Haití, pero era dura también en la Dominicana”, afirmó.
Sus padres, que ya fallecieron, jamás les sacaron la residencia legal a sus hijos.
Fuente: Diario Libre
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